El último manotazo de ahogado de Macri

Un nuevo giro desesperado del macrismo que evidencia la debacle económica y la quiebra política. «Keynesianismo» culposo, auxilio radical y salvavidas de plomo del FMI

El desconcierto y la desorientación extrema reinan en Balcarce 50. En un nuevo giro repentino, el presidente Mauricio Macri tira por la borda el discurso sobreactuado de hace poco más de un mes en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional. Allí había reafirmado el relato del heroísmo sacrificial de la generación que venía a cambiar el país para siempre a golpes de anárquicas contrarreformas neoliberales. El grueso de la sociedad se dio cuenta de que la convocatoria al esfuerzo colectivo de parte de la administración de los CEO era un ‘animémonos y vayan’.

Ahora, ante el fracaso evidente de toda la orientación político-económica que se expresa en los pésimos números de las encuestas, protagoniza un nuevo bandazo hacia un impotente ‘keynesianismo’ como último manotazo de ahogado en la previa electoral. Recetas que no funcionaron en momentos en los que la economía no estaba en este subsuelo, están condenadas a fracasar en el marco de la actual crisis catastrófica.

Pero además, el Gobierno pretende aplicarlas sin convicción o mejor dicho contra sus convicciones (si es que se puede calificar de esa manera a los delirios cósmicos del PRO): condena los controles de precios y en el mismo momento busca alguna forma de contención con un culposo ‘precios cuidados’; critica el gasto fiscal, mientras se prepara para impulsar una nueva ronda de menguado ‘populismo financiero’ con los créditos de la ANSES, censura el endeudamiento y todos los días se endeuda un poco más.

En el terreno político, la debacle se manifiesta en que corre a pedir auxilio a los radicales, los especialistas en quiebras a lo largo de toda la historia nacional. Como graficó ácido un politólogo por estos días: ‘Justo a los radicales que son como los submarinos: pueden flotar, pero están diseñados para hundirse’. Y con desesperación, el Gobierno emite un decreto que manipula groseramente la ley electoral a su antojo para evitar las colectoras, el sistema que le permitió a uno de sus gobernadores, Gerardo Morales, ganar las elecciones en Jujuy.

En el plano internacional, el último salvavidas de plomo se lo tiró Christine Lagarde, la dama de hierro fundido del FMI: con prepotencia imperial sentenció que sería una ‘tontería’ que los candidatos ‘le den la espalda al trabajo que se está haciendo’. Traducido: que rompan con el FMI. En primer lugar, al apelar a todos los candidatos puso en serias dudas la continuidad del macrismo; en segundo lugar, no tiene de qué preocuparse, con más o menos renegociación, el grueso –con la excepción del Frente de Izquierda- quiere continuar bajo su tutela.

Los cráneos cambiemitas descubrieron tardíamente que no va a funcionar la combinación del ‘aguante’ y las presuntas virtudes religiosas de los padecimientos actuales en pos del paraíso futuro, exigidos por un Gobierno de los ricos. También cayeron en la cuenta de que la administración del miedo al pasado ya no rinde frutos ante las extenuaciones insoportables del presente.

La quiebra política no es más que la continuidad del hundimiento económico, pero por otros medios. Porque, por más ‘ríos de tinta’ que derrochen los posmodernos expertos en comunicación -con mayor o menor autonomía- la política nunca deja de ser ‘economía concentrada’.

El naufragio del macrismo tan sólo plantea el problema, no lo resuelve. Con la prepotencia y honestidad bruta que la caracteriza, Lagarde tuvo el mérito de dejar las cosas blanco sobre negro: con o sin Macri al frente del Titanic o se rompe con el FMI o el FMI rompe todo.