Las encuestas son lapidarias con Macri

La consigna de Mauricio Macri, Lo damos vuelta, parece imposible. Ni un solo consultor de los doce que hablaron con Página/12 ve chances de que se produzca un vuelco o que sea necesario un ballotage. La opinión unánime es que la gira únicamente logra agrupar el voto propio, en especial con el beso al pañuelo celeste y las apelaciones sobre el narcotráfico o las leyes penales. Por lo tanto, la diferencia tiende a ampliarse, no a reducirse, con el trasfondo de la catástrofe económica

«Macri no tiene ninguna posibilidad de revertir el resultado. Lo único que está en discusión es el nivel de la diferencia. Los últimos estudios conocidos marcan que la misma se amplió en lugar de achicarse. No obstante siempre hay que estar atentos. Recordamos lo sucedido en 2015. Una parte importante de quienes no habían votado en las PASO votaron por Macri. Pero esa fue una elección en donde en primera vuelta hubo solo tres puntos de diferencia. Aquí estamos hablando de 16. En mi opinión se trata de saber por cuánto va a ganar Alberto y cuál será el destino de Macri».

Eduardo Fidanza, de Poliarquía, coincide en que «las posibilidades de que Macri sea reelegido son muy bajas. Primero, no se observa ninguna mejora de los indicadores que inciden en el voto: un tercio apoya a Macri y dos tercios lo reprueban. Segundo, el análisis post-PASO muestra que la fidelidad de voto es muy alta en las dos principales fuerzas, lo que significa que no habrá cambios significativos. Tampoco hay fuga de votos de terceras fuerzas hacia Macri y los que no concurrieron a votar en las primarias votarán parecido a los que concurrieron. Esto lleva a la conclusión de que la gira puede tener un efecto de fidelización de la base electoral y tal vez permitan sumar algunos votos, pero no pueden cambiar el previsible resultado que llevaría a Fernández a la presidencia en primera vuelta».

Para Roberto Bacman, del CEOP, «las posibilidades de que se dé vuelta la elección son muy pocas. Y agregaría que nuestras encuestas no detectan un efecto electoral considerable en la gira presidencial. Todo parece indicar que su objetivo está más direccionado a sostener a su propio núcleo duro tras el golpe de las urnas de agosto y ante el potencial drenaje de votantes periféricos enojados. Esto también explica el viraje a la derecha y el regreso a las promesas».

Federico Aurelio, de Aresco, ve que «las diferencias electorales de las PASO dejan casi sellado el camino, sin necesidad de ballotage. La actuación del Gobierno y la acentuación de la crisis económica no dan margen a la mejora del humor social que requeriría Cambiemos. La modalidad de la campaña de Macri, con las plazas y los ejes discursivos de sus protagonistas no atraen al no elector de Cambiemos. Es una campaña más orientada a generar militancia y pertenencia al electorado propio que a quien no los votó».

Raúl Timerman, de Grupo de Opinión, sostiene: «El ballotage es imposible, sobre todo porque no hay chances de que FdeT no saque el 45 por ciento. El presidente aparece de campaña, haciendo el papel de candidato y Alberto Fernández reuniéndose con gremios y empresarios. Tomando decisiones de gobierno. Son roles invertidos. Alberto, ya cerca de ser presidente, hace menos promesas y trabaja más sobre planes, ideas, conceptos. Macri, cada vez mas lejos del gobierno, con promesas arriesgadas, difíciles de cumplir, que no tienen credibilidad. Es una gira de despedida, difícil que sume más votantes. Creo que la movilización de la 9 de julio que prepara Macri trata de emular la plaza con la que se fué CFK en 2015″.

Analía Del Franco, de DFC, sostiene que «el oficialismo parece movilizarse para mantener y responder a su electorado. Su discurso derechizado formaría parte de lo mismo y además funcionaría para llegar a un electorado sensible al mismo, el de Gomez Centurión y el de José Luis Espert. Pero el resultado de este intento no va a ser exitoso, dado que ha perdido lo fundamental en el electorado que es la confianza y la credibilidad».

Artemio López, de Equis, arranca de forma lapidaria. «Game over, Mauricio. La elección de octubre no tiene ninguna posibilidad de modificar el orden de preferencias de las PASO. La fórmula FF será mayoría superando el cincuenta por ciento. Los actos del presidente y la torsión a la derecha del mensaje del oficialismo, son jugadas electorales legítimas que no tienen influencia sino en el margen. La demanda del electorado volátil, muchas caídos del oficialismo, es por la capacidad de gestión socio económica, no por la ideología».

Gustavo Córdoba, de Córdoba y Asociados, diagnostica que «el giro a posiciones hacia la derecha, tiene sentido a partir del convencimiento de que no se puede revertir el resultado electoral y trata de darle un contorno ideológico a su propio núcleo electoral. En contextos electorales mas competitivos, Cambiemos siempre busco el centro ideológico para expandir la cosecha electoral. La gira es un descubrimiento de formas tradicionales de hacer política y suena como algo muy naif y tardío«.

Para Ricardo Rouvier, «no hay probabilidad de revertir los resultados de las PASO. Es más, la ventaja del FdeT se ha ampliado superando con amplitud el 45 por ciento. El cambio de estrategia del oficialismo se debe a la toma de conciencia de la situación de derrota ante la opinión pública y los factores de poder . El estilo más agresivo de contacto directo y ganar la calle busca ratificar el voto propio y ganar voto débil de terceros candidatos Espert, Gomez Centurion. Sin embargo, no logra arrepentir a los votantes del seguro ganador».

Alfredo Serrano, de la Celag, opina que «Macri tiene un problema irreversible: la escasa credibilidad (72 por ciento), que en parte es explicada por su alta ineficacia. Despierta muchos sentimientos negativos (rechazo y decepción). Y además, más allá de lo electoral, Macri tiene un problema político de fondo: le resulta imposible sintonizar con los sentidos comunes progresistas que hay hoy en la sociedad argentina. Es por ello que su gira solo tiene un efecto al interior de su núcleo duro pensando seguramente en lo que viene más adelante».

Enrique Zuleta Puceiro, de OPSM, analiza que «si por dar vuelta la elección se entiende forzar el ballotage, la respuesta es negativa. La polarización ha llegado a los mayores extremos en la historia democrática argentina. A estas alturas, ambas fuerzas concentran un 84 por ciento de los votos y las diferencias alcanzan a más de 20 puntos. Bajo estas condiciones el FdeT superara el 45 por ciento y en cualquier caso duplicará la diferencia de 10 por ciento que fija la Constitución. Ahora bien, el FdeT parece más preocupado por consolidar la unidad del peronismo que por expresar a todo el espectro del voto opositor y tal vez los estrategas de Macri quieren avanzar en ese terreno.
La gira busca reconquistar a porciones menores del electorado perdido y hacerlo con una base ideológica. Este empeño no parece reflejarse en votos. Sin embargo, en una etapa en la que el sueño de la reelección ha quedado atrás, puede operar como una ficción ordenadora».

Shila Vilker, de Trespuntozero, afirma que «hay malas noticias para el oficialismo. La tendencia de las Paso parece tener una naturaleza irreversible. Después de las primarias anunció una serie de medidas a tontas y a locas, orientadas a llevar alivio a los sectores más vulnerables. Esta batería de anuncios pseudopopulistas, plagada de marchas y contramarchas no rindió frutos. Este inexplicable giro estaba orientado a capturar el electorado natural de su adversario. Los giros imprevistos en las carreteras suelen ser riesgosos. El último viraje –beso al pañuelo celeste, control poblacional, ampliación del Servicio Cívico- es un intento por capturar a los más conservadores y evitar la diáspora de sus adherentes. También es una zona donde el gobierno se siente más cómodo. Igual, la elección ya está jugada en la cabeza de los votantes».

Facundo Nejamkis de Opina Argentina sostiene que «las elecciones presidenciales se definieron el 11 de agosto. Claro que es posible que la distancia se amplíe a favor de la formula del FdeT o también, aunque menos probable, que se acorte la brecha. Sin embargo no existe tiempo ni condiciones como para que ese resultado cambie en forma drástica. La gira del Sí se puede le permite al oficialismo encarar el último tramo de la campaña electoral con un ánimo optimista de la mano de un discurso que en el lenguaje futbolero se conoce como morir con la nuestra. Al mismo tiempo solidifica el núcleo de su alianza, funciona como una compresa que contiene la hemorragia de votantes».