“Somos personas aunque no nos quieran ver”

En un entorno de pobreza y miseria, las viejas enfermedades vuelven a arremeter contra la población vulnerable.

La revista social Garganta Poderosa, realizó el reportaje a una joven madre santiagueña que llora por el destino de su hija pequeña.
Una imagen dolorosa con la cría en brazos, ella y la bebé, enteramente cubiertos por las pústulas que provocan más dolor a la humillación de encontrarse en ese estado de salud paupérrimo.

La comunicadora popular, Andrea Juárez, traslada el mensaje de una vecina del barrio Bosco II, Santiago del Estero, con sarna desde hace un año. “Por favor, tómense un minuto para ver las fotos. Así estamos en nuestro barrio, brotados, desesperadas. La sarna no sucede porque sí, hay un factor determinante: la pobreza. Comienza cuando aparecen unos granitos con agua en la piel, un cúmulo de ampollas y una sensación de que algo te camina por dentro. Te pica, te pica y no te para de picar. Una arranca a rascarse, una vez, dos, cien, pero después ya no podés ni doblar los dedos de las manos: el sarpullido se contagia con el contacto y se vuelve cada vez más doloroso. Poco a poco, te enloquece.

Hace un año que junto a mi hija vivimos con infecciones en la piel, desde que a ella le empezó a picar mucho un brazo. Obviamente me contagié, en las manos, en la panza, en la entrepierna, así que fui atenderme a una Unidad Primaria de Atención y al hospital, donde me recetaron una cremita pero no nos explicaron nada ni nos dieron una solución definitiva. Por lo caro del producto muchas veces no pude comprarlo y, cuando sí, prioricé la salud de mi nena. No aguanto escucharla llorar, es insoportable la impotencia que siento cuando no se puede dormir.

La higiene es muy importante para combatir la sarna, ¡pero no tenemos agua en este sector del barrio! Y no es que se cortó hace una semana… ¡No, no tenemos agua desde hace 50 años! Entonces, en el mejor de los casos debemos esperar hasta las dos de la madrugada a ver si sale algo de la canilla. Esos días “de suerte”, limpio toda la casa y la ropa, aunque con eso sólo no alcanza. Necesitamos cambiar las sábanas y los colchones, pero ¿cómo hacemos económicamente? De hecho, frente a esta enfermedad no tuve otra opción que dejar la cooperativa gastronómica por el riesgo al contagio, aunque resulte imposible vivir sólo con las changas de mi marido que, encima, hace unos días también amaneció brotado.

Hay 64 casos de sarna y afecciones en mi barrio, pero ninguna solución concreta por parte de la gobernación provincial. Necesitamos con urgencia que los responsables vengan a escucharnos, a mirarnos y a respetar nuestros derechos de una buena vez. Somos personas, aunque no nos quieran ver” culmina la nota que nos pone en el pecho, el sello ineludible de la amargura.

Fuente: La Garganta Poderosa