El peligro que corren las mujeres con las políticas de Cambiemos
La subordinación a los requerimientos que el FMI impone en nuestro país, generan hambre, crecimiento de la desocupación a dos dígitos, más pobreza, más indigencia. La ciudad de Buenos Aires, la más rica del país, no escapa a esta realidad. En 2015 se culminó el año con 6,8% de desocupación; actualmente es 9,4%, habiendo llegado a los dos dígitos el trimestre anterior.
Al hambre se lo enfrenta con organización y la construcción de una alternativa política en el 2019. La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) en la Ciudad de Buenos Aires constituyó una rama vinculada a la tarea que cientos de compañeras desempeñan todos los días para paliar el hambre de niños, niñas, jóvenes y familias en la Ciudad de Buenos Aires. Algún progresismo con pluma afilada podrá juzgar de asistencialismo o contención social esta tarea. Las organizaciones que la emprenden reconocen que la salida a este proyecto político de ajuste no será a través del estallido social (con el sufrimiento de los más humildes que esto supone) sino a través de mayor organización, mayores procesos de concientización, y la construcción de una nueva mayoría en el terreno electoral el año que viene.
A su vez, esta situación muestra la cara femenina del ajuste: la feminización de la pobreza. Producto de los prejuicios sociales que el patrón patriarcal tiene para con nosotras, la desocupación supone siempre dos cifras, más cuando se refiere a las mujeres trabajadoras. Con el peso que supone la responsabilidad del cuidado de nuestros hijxs en un escenario de semejante adversidad, muchas mujeres sostienen merenderos y comedores en la Ciudad para dar respuesta al hambre, la desnutrición, los casos de enfermedades propias de estos contextos como la tuberculosis, entre otras urgencias.
El gobierno porteño reconoce 500 comedores bajo programa y asistidos, esto supone presupuesto para infraestructura, insumos y comida. Sin embargo las raciones estipuladas son para 300 personas promedio. A esto se suman 500 puntos de entrega de comida a granel, y cientos de merenderos. Ojalá esta realidad no existiese, ojalá estos niños, niñas, jóvenes, tuviesen un plato de comida caliente en su casa. Sin embargo, estos son los resultados de la «macrisis» incluso en la jurisdicción con mayor ingreso del país; cada vez que se abre un comedor, un merendero, cada vez que se aumenta el presupuesto de financiamiento a los mismos, es el resultado de las luchas que llevan adelante las organizaciones populares para conseguirlo.