Alberto y Cristina cenaron en Olivos para dejar atrás los desencuentros

El Presidente y la vice se encontraron personalmente luego de la larga conversación telefónica del domingo en la que consensuaron la designación de Silvina Batakis en el ministerio de Economía. A tono con el cambio de clima, hubo dirigentes kirchneristas en la jura en el Salón Blanco, de la que también participó Sergio Massa. 

Alberto Fernández y Cristina Kirchner cenaron anoche en la tranquilidad de la quinta de Olivos con el objetivo de dejar atrás los desencuentros de los últimos tiempos y consensuar cómo sigue la gestión del Frente de Todos. El reencuentro, anticipado por El Destape en exclusiva, se produjo un día después del diálogo telefónico en el que convinieron la designación de Silvina Batakis como reemplazo de Martín Guzmán en el Ministerio de Economía. Ya en la jura en el Salón Blanco se vio una amplia representación del Frente de Todos, incluyendo dirigentes kirchneristas. Además, la flamante ministra reveló que había conversado con la vicepresidenta, que la felicitó por el nombramiento. El fin de las disputas internas dentro del oficialismo aparecía como una condición indispensable para tranquilizar la economía.

El domingo tuvieron una conversación de casi una hora donde llegaron a la conclusión de que Batakis era la mejor opción disponible para cubrir la vacante. Analizaron otras, pero algunos de los nombres que repasaron -se comenta que uno de ellos fue el del ex viceministro Emanuel Álvarez Agis– fueron descartados por diferentes motivos. En el cierre de la comunicación quedaron en encontrarse personalmente este lunes para terminar de una vez con los desencuentros. La última vez que se habían visto fue un mes atrás  durante el acto por el aniversario de YPF en Tecnópolis, que se suponía que sería un evento para la reconciliación pero no resultó así. El entonces ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, se tomó a mal una referencia de la vicepresidenta sobre la licitación por el gasoducto de Vaca Muerta y generó una réplica que terminó con su despido. 

No sólo no fue una reconciliación sino que terminó generando más diferencias. Fernández daba en público señales de confluencia pero sin comunicarse con la vicepresidenta, lo que generaba nuevas réplicas desde el kirchnerismo. Gobernadores, sindicalistas, intendentes y hasta funcionarios alguna vez muy cercanos al Presidente terminaron alineándose con los cuestionamientos de Cristina, con la idea de que ella es quien mantiene el liderazgo sobre el sector mayoritario del Frente de Todos ante un Gobierno que se fue desdibujando. Paradójicamente, fue la renuncia de Guzmán -el funcionario más apuntado por el kirchnerismo- quien los terminó reuniendo. Cristina nunca le perdonó al ahora ex ministro haberle ocultado información sobre el acuerdo que negociaba con el FMI. 

De qué hablaron Alberto y Cristina

Mucho tenían para conversar Alberto y Cristina. Claramente, mostraron diferencias en los últimos tiempos en cuanto al rumbo de la economía en cuanto a los niveles de déficit y gasto tolerables, el aumento de tarifas, la velocidad de la recuperación del poder adquisitivo, la manera de negociar frente al establishment para controlar los precios y reducir las importaciones, la creación de un salario básico universal y la continuidad de los planes sociales en manos de las organizaciones, por mencionar algunos de los ítems de la gestión económica. 

En lo estrictamente político, la vicepresidenta mencionó en sus dos últimos mensajes el gesto que ella tuvo en 2019 para facilitar el triunfo del peronismo -al nombrar a Fernández candidato a la presidencia y ubicarse como compañera de fórmula- y que ahora él debía hacer algo similar. Con eso daba a entender que debería desistir de postularse a la reelección, algo que el Presidente ratificó en una entrevista la semana pasada. Respecto a este punto, cerca de Fernández marcan una diferencia sustancial: en 2019, Cristina era sólo senadora. Distinto es el caso de un presidente que todavía tiene por delante un largo año y medio de mandato, que podría sufrir una prematura pérdida de poder en caso de anunciar con tanta anticipación que no piensa competir por otros cuatro años. En el kirchnerismo entienden que ya sufrió esa pérdida de poder y que, por el contrario, correrse de la puja lo favorecería.

La ilusión unánime dentro del Frente de Todos era que el reencuentro sirviera para dar vuelta la página y se constituyera finalmente una mesa chica para discutir las iniciativas oficiales, evitando las desinteligencias públicas. En el entorno de Alberto y Cristina procuraron mantener el encuentro de anoche en secreto para evitar los medios alrededor de Olivos. Ni siquiera se lo comentaron a los dirigentes más cercanos, cuestión de poder conversar con tranquilidad. La vicepresidenta estuvo trabajando por la tarde en su oficina en el Senado y luego partió sigilosamente rumbo a Olivos.

Este nuevo clima ya se había percibido por la tarde durante la jura de Batakis, a la que concurrió el procurador del Tesoro, Carlos Zannini, el funcionario de mayor confianza de la vice. Axel Kicillof formó parte de la nutrida representación de gobernadores y también participó la cúpula de la CGT, incluyendo a Pablo Moyano, quien no había estado en el acto que el viernes el Presidente encabezó en la sede de la central.

Otro que se prodigó en abrazos fue el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, quien estuvo acompañado por su esposa y titular de Aysa, Malena Galmarini. Massa se mostró de muy buen humor, dando a entender que no había quedado herido porque se hubiera visto frustrado su desembarco en el gabinete nacional. Incluso, en la previa compartió una reunión con Fernández en su despacho junto a otros legisladores como Germán Martínez, Eduardo Valdés y Leandro Santoro, donde se firmó la promulgación de la ley de alivio fiscal para pequeños contribuyentes y autónomos, un proyecto que él impulsó. «Quedate en la Cámara que tenés más posibilidades de lucirte que pasando al Ejecutivo, con todos los problemas que hay», le recomendó uno de los funcionarios que saludó en el Salón Blanco. Massa le dio la razón.