Cambiemos sobrevive gracias a lo que odia
Sobrevive por la AUH, por los niveles de empleo que encontró, por la contención territorial de organizaciones y los Municipios. Vidal y Macri sobreviven gracias y no contra la «pesada herencia».
Bernardo Neustadt, símbolo de los años ´90, se paraba frente a la cámara y le explicaba a «Doña Rosa»: la economía nacional es como la economía de una casa. No podemos gastar más de lo que ganamos.
La trampa del supuesto cambio político, en especial cuando es de corte neoliberal, necesita siempre de esa operación: hacernos creer en el uso de la racionalidad práctica aplicado a la economía.
El neoliberalismo reduce la lógica de lo económico a un mínimo de ideas en las que «no podríamos no estar de acuerdo». Gastar lo que se tiene, que el Estado no puede ser el empleador de todos. Todo, simplificado así, suena «razonable». Y cuando aparece lo irracional (por ejemplo, la toma de deuda descomunal), la explicación es simple: «es la pesada herencia». El problema está en que en la simplificación de las ideas se pierden partes importantes de ellas.
La economía nacional, sin embargo, es más compleja. El dinero se imprime, se cobra o se pide prestado. Este gobierno eligió: sostiene que no va a emitir porque eso «dispara los precios», luego de acumular una inflación de más del 145%, la más alta desde la hiperinflación. No le va a cobrar impuestos a los que más tienen: en todo caso, se lo cobrará a los usuarios de los servicios públicos sin dejar de subsidiar a las empresas. Entonces, lo han dicho, tomarán «toda la deuda que haga falta».
En síntesis: no emite, cobra a los que menos tienen, toma deuda y, cuando creíamos que no podía ir peor, le golpea la puerta al FMI. ¿En dónde estalló la crisis? En lo que ellos propusieron: en la toma de deuda. ¿En dónde se contiene esa crisis? En la «pesada herencia».
Estas son las paradojas de Cambiemos. Es un Gobierno que sobrevive gracias a lo que odia. Que sobrevive por la AUH, por los niveles de empleo que encontró en una actividad económica que se desangra pero que aún no tocó fondo, por la contención territorial de las organizaciones y los Municipios, a los que ahogan y someten. Vidal y Macri sobreviven gracias y no contra la «pesada herencia». Pero lo que Cambiemos enfrenta no es una tormenta externa sino los resultados de la mala praxis. Los gravísimos problemas a los que nos enfrentan a los argentinos fueron autogenerados.
Al igual que comparar la economía con una casa, el segundo mandamiento de la economía neoliberal es que «no hay otro camino». Frente a eso, los peronistas y las peronistas tenemos que empezar a decir claramente que las cosas pueden ser de otra manera. Y, fundamentalmente, a mostrar cuál es el camino que planteamos.
Cambiemos tiene la «suerte» que muchas veces naturalizamos los retrocesos porque es más fácil destruir que construir. Hay un goteo cotidiano de la tragedia social que a veces no se percibe pero es constante. Lo vemos en los chicos y las chicas del Conurbano que dejan de comer en su casa y empiezan a depender de los comedores comunitarios.
En 2018 el consumo minorista cayó 6,9%, el 84% de las Pymes – a las que la gobernadora llamó «no competitivas» – tuvo bajas en sus ventas y la producción industrial de estas pequeñas y medianas empresas bajó 2,5%. Se perdieron 210 mil puestos de trabajo en once meses. Terminamos el año con una caída del salario real del 17% y solamente en el primer mes de 2019 los alimentos básicos aumentaron un 10% y ya llegaron los primeros tarifazos en el servicio de la luz y el transporte público.
Los últimos golpeados por esta «racionalidad» cambiemita son los hogares de bajos recursos, donde la capacidad de compra se retrae todavía más (hace tres años consecutivos que baja el consumo de leche, carne y verduras). La lógica implícita del gobierno es que si cae el consumo cae la inflación. Sería como solucionar la fiebre matando al paciente. Pero no sólo es un mal remedio sino que ni siquiera ocurrió: bajó el consumo, subió la inflación.
Tienen la «suerte» de que muchas veces naturalizamos los retrocesos porque es más fácil destruir que construir. Hay un goteo cotidiano de la tragedia social que vivimos que a veces no se percibe pero es constante. Lo vemos en los chicos y las chicas del Conurbano que, incesantemente, dejan de comer en su casa y empiezan a depender de los comedores comunitarios.
En el comedor «Una mirada diferente con Jesús», de Budge (Lomas de Zamora), por ejemplo, pasaron de darles de comer a 25 nenes en 2016 a 120 actualmente. No es solamente una cuestión de números. Vemos a diario cómo cambia la dinámica. Vemos cómo lo que antes eran algunos chicos hoy son familias enteras. Lo vemos en el comedor «Sonrisas en el alma», de San José Oeste, que un grupo de vecinos y vecinas decidió abrir hace seis meses porque la postal que veían todos los días era y es desesperante. Hay hambre en el Conurbano y es responsabilidad de la política económica de Cambiemos.
Detenerse sobre todas las realidades que alumbra a la vez el desastre económico que generó Macri es un ejercicio muy doloroso pero necesario: la pérdida de la mesa familiar, la ausencia de sustento por la crisis de empleo, la destrucción de la autoestima. Es muy difícil entender para quienes no lo vivimos lo que se siente cuando uno tiene que ir a hacer una cola para esperar un plato de comida.
La economía no tiene muchos motores. El consumo interno es uno y es, tal vez, el principal. Una pregunta básica sería: ¿qué tipo de inversiones vendrán a la Argentina donde el consumo cae? Inversiones extractivistas, dinero rápido para la fuga.
Un informe reciente del Centro de Economía Popular Argentina (CEPA) reveló que el sector más favorecido desde diciembre de 2015 es el de la intermediación financiera, que aumentó un 0,74% su participación en el PBI y se posiciona muy por encima del resto de las áreas.
También se confirmó un secreto a voces: el 80% de la lluvia de inversiones que prometieron fue especulativa y la inmensa mayoría ya se fue al exterior sin dejarles nada a los argentinos. Lo que hicieron fue poner a la Argentina en penitencia. Le dicen «al mundo» que los argentinos nos portamos mal, que queremos más de lo que merecemos. Y todo eso lo que encierra es un prejuicio de clase: la idea de que a la gente no le gusta trabajar. Es a ellos a quienes no les gusta trabajar y por eso promovieron una sola industria que es la de la especulación financiera.
Un país en el que reina la especulación y donde vía deuda se llevan los dólares que quieren es una tierra de oportunidades para todos menos para su gente.
Nuestra propuesta también tiene una racionalidad económica pero es completamente diferente a la que plantea el gobierno. Se llama «expansión de la demanda» y es el piso mínimo para un programa económico de unidad que seguramente no soluciona todo pero abriga nuestro ideal económico: que más gente tenga acceso a bienes y servicios y pueda vivir mejor. Tenemos este año el desafío de mostrarle a la sociedad que no hay un sólo camino y que podemos construir uno donde no haya que dejar a nadie atrás
Por Federico Otermin para OLP