Crecen los desilusionados
Desde el punto de vista teórico es posible afirmar que una elección la gana aquel partido o candidato que logra instalar en la opinión pública la consigna de referencia dominante de tales comicios. Se trata de la idea fuerza más significativa que a lo largo de un proceso electoral logra causar el mayor impacto en el imaginario colectivo de los electores.
Algunos ejemplos desde 1983 pueden ejemplificar la afirmación anterior. Raúl Alfonsín instaló de manera contundente que su discurso tenía la capacidad de interpretar aquello que los argentinos necesitaban con el retorno de la democracia. Carlos Menem sorprendió en 1989, y en el contexto de una significativa crisis económica les prometió a los argentinos: “Conmigo (no con la democracia) se come, se educa y se cura. Síganme, no los voy a defraudar”. En 1999 el la Alianza se impuso estableciendo en su consiga un principio que terminó siendo imbatible: la convertibilidad a la derecha (“de eso no se habla, eso no se toca” decía un producido De la Rúa), la política al centro (posicionado en la propia figura simbólica del candidato) y la ética y transparencia a la izquierda, representados por Chacho Álvarez y Graciela Fernández Meijide.
Después pasaron muchas cosas: la crisis de la Convertibilidad, la triste imagen del helicóptero, el gobierno de transición de Eduardo Duhalde, la llegada de Néstor Kirchner que, aunque saliendo segundo, fue ungido presidente dado que Menem no se presentó a la segunda vuelta y los dos triunfos de CFK (2007 y 2011), incluso llegando al 54 por ciento para su segundo mandato.
Mauricio Macri logró instalar en el imaginario de los argentinos que representaba un cambio de paradigmas. De tal modo logró seducir al segmento de los independientes, que en los últimos tiempos y especialmente tras el estallido de las lealtades tradicionales del voto en 2001, se transformaron en la llave maestra para ganar una elección.
En la actualidad, cuando se profundiza en la búsqueda de los principales componentes de lo que podría convertirse en la consigna dominante de las próximas elecciones presidenciales, la economía ocupa nuevamente –y de manera lapidaria– el centro de la escena.
Como hemos visto en la encuesta publicada en esta edición de Página/12, la economía no es tan solo la principal preocupación de los argentinos. Además dispara el mayor índice de insatisfacción con la actual gestión. Es lógico que casi el 60 por ciento de los argentinos esté convencido de que va a elegir al próximo presidente de nuestro país pensando por sobre todas los cosas en una realidad económica que, por lo visto, no genera expectativas de mejoras de aquí a las PASO.
El oficialismo intentará compensar esa importante debilidad apelando a otros factores sustancialmente relacionados con la corrupción (las causas que involucran a funcionarios del kirchnerismo, incluida CFK) y a la inseguridad.
Pero es difícil remontar esa cuesta. Particularmente cuando hasta los propios votantes de Cambiemos están preocupados por la economía. Los resultados de este último trabajo de campo ponen en negro sobre blanco tal situación: tres de cada 10 argentinos que al día de hoy elegirían a Macri como presidente, están pensando en los males que trae aparejada la economía. Y este riesgo es tan importante que puede ser una de las explicaciones al cambio de tono del discurso del presidente desde la apertura de las sesiones del Congreso Nacional: mostrar enojo y firmeza para blindar a los propios votantes. Muchos de ellos hoy están dudando y con el correr de los meses el riesgo será mayor.
Este segmento de desilusionados crece de manera constante. Se visualiza en la intención de voto de voto de Macri. Al al mes de marzo se ubica en el eje del 27 por ciento. El riesgo es evidente. Si esta tendencia se mantiene puede, incluso, perder más votantes.
En la vereda de enfrente la oposición sigue creciendo en intención de voto. Cristina, hablando muy poco y sin siquiera dejar en claro que será precandidata a presidenta, obtiene una diferencia sobre el actual presidente que tres meses atrás parecía imposible de darse.
Otros dirigentes peronistas se suman a la escena. Todos son también potenciales candidatos. La oposición se encuentra frente a un dilema significativo: la unidad es garantía de triunfo. Los argentinos esperan que la oposición encuentre una fórmula que, sin exclusiones ni sectarismos, le proponga un porvenir a su esperanza. En síntesis, un nuevo modelo económico y social para esta sufrida Argentina.