Bannon, el fuhrer comunicacional
Bannon es el gurú de las campañas electorales de los partidos de ultraderecha y el armador de una internacional parda generadora de animadversión hacia China, los musulmanes y los africanos. Sus tentáculos, por ahora, alcanzan a Bolsonaro, Europa y los Estados Unidos.
Steve Bannon fue uno de los integrantes del equipo de campaña de Donald Trump desde 2015. Una vez elegido el magnate neoyorquino, se desempeñó como jefe de asesores de la Casa Blanca durante los primeros siete meses del mandato de Trump hasta el 18 de agosto de 2017, cuando fue despedido por sus conflictos con otros dos de los asesores del primer mandatario, su hija Ivanka Trump y su yerno Jared Kushner, propietario del periódico The New York Observer. Luego de abandonar Washington, Bannon se consolidó como referente de todos los grupos neonazis a nivel mundial y se ofreció como operador mediático y de redes sociales para constituir una internacional de la derecha alternativa, eufemismo con el que se designa a quienes se oponen a los procesos migratorios, la cooperación multilateral, la distribución de la riqueza, el mestizaje cultural y el crecimiento del sudeste asiático como expresión de la decadencia del occidente hegemonizado por Estados Unidos.
Bannon ha sido acusado por el ex director del FBI y actual fiscal especial, Robert Muellen, de ser parte de una asociación destinada a realizar maniobras informáticas ilegales y manipulación de la opinión pública para posibilitar el triunfo de su por entonces jefe, el magnate Donald Trump. Entre las investigaciones comandadas por Muellen figura la campaña en redes sociales contratada por Bannon e implementada por la empresa Cambridge Analytica, que identificaba grupos sensibles entre el electorado estadounidense, a quienes se les dirigían anuncios falsos destinados a sembrar o multiplicar la animadversión hacia los potenciales seguidores de Hilary Clinton. A los desempleados detectados se les enviaron mensajes publicitarios que manifestaban el desinterés de los demócratas en relación con la desocupación. A los veteranos de guerra se les trasmitían noticias falsas acerca de la futura clausura de los fondos federales dedicados a sus familiares. A los segmentos identificados como “patrióticos” se los inundó con información sobre los nexos entre los demócratas y la burocracia de los organismos internacionales, carentes de interés en las cuestiones domésticas.
Antes de su tarea preelectoral en Estados Unidos, Bannon había colaborado en la campaña de Nigel Farage, titular del partido británico eurófobo y reaccionario UKIP, quien terminó siendo el gran triunfador de la consulta que llevó al Reino Unido a abandonar la Unión Europea. El Brexit fue apoyado tanto por Bannon como por Robert Mercer, uno de los multimillonarios que luego financió la campaña de Donald Trump. Durante su periplo por Londres, Bannon y Mercer conocieron a Alexander Nix, entonces directivo de SCL Group, empresa dedicada a monitorear y gestionar campañas electorales. Mercer decidió invertir 15 millones de dólares en la conformación inicial de una subsidiaria de SCL Group, Cambridge Analytica (CA), que tiempo después fue denunciada por manejos turbios de redes sociales y operaciones encubiertas contra candidatos en todas partes del mundo, inclusive de Argentina.[1] Con ese aporte de 15 millones, Mercer logró que Bannon se constituyera en el vicepresidente de CA desde junio de 2014. En las primarias del partido republicano, CA, Mercer y Bannon habían trabajado para Ted Cruz. Cuando este fue derrotado por Trump, decidieron apoyar al magnate neoyorquino y CA terminó siendo contratada por Jared Kushner, yerno del magnate. [2]
Luego de su periplo sietemesino por la Casa Blanca, el ex editor de Breitbart News mantuvo encuentros públicos con el partido neonazi alemán, Alternativa por Alemania, y el Frente Nacional francés, en la actualidad comandado por Marine Le Pen. En un reciente congreso de la agrupación fascista francesa celebrado en Lille, fue invitado a dirigirse al auditorio y fue concluyente al expresar que debían “portar como una medalla de honor el que les llamasen racistas o xenófobos”, dada su defensa de la identidad nacional. El tema migratorio aparece como una constante en los discurso reaccionarios de las nuevas fascistas a nivel mundial. El extraño, el extranjero, el portador de una identidad ajena a la hegemónica, es descripto como un peligro potencial de contaminación respecto de la pureza identitaria, racial, cultural o religiosa de una nacionalidad determinada. Históricamente esta ha sido una constante de las crisis producidas por el capitalismo: han recurrido al cuerpo extraño del gitano, el judío, el moro, el musulmán, el africano o el sirio para fundamentar esquemas endogámicos y defensivos. A estos grupos se los ha identificado como responsables de las crisis, evitando así transparentar el rol que juegan los intereses económicos de las fracciones más concentradas en esos desmoronamientos económicos. En su visita a Francia, Bannon citó como una de sus novelas favoritas El campamento de los santos de Jean Raspail, un escritor monárquico que imagina un futuro distópico conformado por la invasión a las Galias de sucias hordas de inmigrantes de piel oscura provenientes del mar.