Buscan desestabilizar a Alberto Fernández
Clarín, La Nación, Lorenzetti, Susana Giménez. Los protagonistas de un ataque en medio de la pandemia.
Las experiencias de Estados Unidos, Inglaterra y Brasil, entre otras, revelan que la estrategia de no implementar una cuarentena temprana y sostenida, lejos de evitar la debacle económica, la acelera.
Donald Trump se cansó de pronunciarse en contra de la cuarentena y retrasó el aislamiento hasta que la evidencia lo arrinconó. Perdió 100 mil vidas por no cuidar a su población y ya sumó casi 40 millones de nuevos desocupados en los últimos sesenta días, según los pedidos de seguro de desempleo registrados. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powel, reveló recientemente que en Estados Unidos esperan una desocupación superior el 25 por ciento y una caída de la economía en el segundo trimestre del 30 por ciento.
El primer ministro británico, Boris Johnson comenzó señalando que había que cuidar la economía y dejar que la población se contagie. Ya tiene 37 mil fallecidos. A la vez, su ministro de Economía, Rishi Sunak, confesó que la actividad en Reino Unido se va a contraer entre un 25 y un 30 por ciento entre abril y junio y un 14,5 por ciento en el año.
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Como dice el presidente Alberto Fernández, es la pandemia la que arruina la economía; no la cuarentena.
El locuaz Jair Bolsonaro se jugó a mantener la economía abierta y el COVID-19 ya se cobró 25 mil vidas en Brasil. Así y todo, el instituto brasileño de Economía Getulio Vargas pronosticó para 2020 “la peor caída de la actividad económica en 120 años”. Se espera un desempleo superior al 20%. En abril la producción automotriz cayó un 99 por ciento.
Estos datos los conocen los empresarios argentinos, como lo saben los medios que piden la apertura de la cuarentena y sus periodistas.
¿Por qué entonces presionan para terminar la cuarentena?
¿Qué ganarían con lograr que los argentinos salieran de sus casas?
El resultado sería el mismo que en los países arriba citados: más muerte y caída económica. Si eso es lo que buscan es razonable pensar que lo que quieren es perjudicar al gobierno. ¿Pero qué significa “perjudicar” en el actual contexto nacional y regional en el que los gobierno populares son objeto de distintos tipos de golpes institucionales y no tanto, fruto del ataque de medios, servicios de inteligencia y sectores judiciales, en el marco de un acuerdo de las elite locales con intereses norteamericanos? La respuesta es que hoy perjudicar es desestabilizar.
¿Cuántas muertes aguanta un gobierno popular en Latinoamérica?
El ataque en los últimos días fue feroz. Al martilleo cotidiano de conductores y panelistas varios en televisión se sumaron los editorialistas. Eduardo Van Der kooy asegura que recibió un mensaje de un vecino de Villa Azul. Según cuenta el periodista, el hombre le escribió “estoy como en una cárcel”. El cuento es inverosímil per sé. Pero sumado al video que otro vecino le envió a TN que en realidad era de Chile todo suena falso. El final de la nota del editorialista de Clarín se parece mucho a una amenaza: “No hay quien no tenga un muerto en el placard”. ¿Qué busca Van Der Kooy?
Joaquín Morales Solá, por su parte, asegura que las cuarentenas largas son posibles en otros países, pero no en Argentina, país en el que “las deserciones de los poderes Legislativo y Judicial dejaron al Ejecutivo con la suma del poder público”. Dicho esto mientras varias comisiones de ambas cámaras tratan distintos temas.
Solá no dice la verdad: ni él ni ningún periodista duda de las convicciones democráticas de Alberto. El problema que tienen con el presidente es que no está haciendo lo que ellos quieren y encima tiene cada día mejor imagen. El ataque comenzó con la prohibición de los despidos y se profundizó con el proyecto para gravar por única vez a las grandes fortunas.
Los aportes del cortesano Ricardo Lorenzetti y la diva Susana Giménez suman presión en un momento en que la búsqueda de la ruptura a la cuarentena crece. No habría que subestimarlo. Una acción similar contra las domiciliarias para presidiarios con condenas leves o sin condena derivó en un cacerolazo que sensibilizó a la Justicia. El resultado fue que Argentina es uno de los países que se arriesga a un foco de contagio en un sector que la Organización Mundial de la Salud recomienda cuidar especialmente. Las manifestaciones en Plaza de Mayo y Tigre pueden quedar ahí o pueden crecer.
La verdad es que ni siquiera tiene sentido la discusión ya que el gobierno viene cumpliendo el plan que diseñó en un principio y la actividad económica vuelve de a poco. Las fábricas están abriendo en casi todo el país. Los comercios de barrio trabajan, la entrega a domicilio crece. Los datos de despidos de marzo y los primeros datos de abril son altos, pero infinitamente menores a los de los países que, dicen, priorizaron la economía. Lo que les preocupa a los que organizaron la campaña anti cuarentena es que Alberto pueda mostrar en poco tiempo que Argentina sale de la pandemia con menos muertos y menos desocupados que el resto del mundo. Sin saqueos, sin colas del hambre y sin desabastecimiento. Lamentablemente, en esta región y en este tiempo, que al país le vaya bien es una mala noticia para algunos. El peligro es que se trata de gente poderosa.