«Calma, ya dinamitaron todo»
Quieren pacificar los barrios dándole intervención a la «policuencia» que prometen instruir en la próxima promesa, no bien terminen de atar la delincuencia con la pobreza, esquilada de dignidad.
n una columna publicada hoy en el portal Infonews, el referente de La Poderosa, Nacho Levy cruzó al candidato a vicepresidente de la derecha macrista, Miguel Ángel Pichetto, tras sus reprochables dichos sobre las villas. Propuso “dinamitarlas” y “volarlas por el aire”.
«No sorprende, no sorprende porque ya sabemos cómo vomitan sus convicciones atragantadas, sus peores contradicciones y sus mejores barrabasadas de cada día, con tal de no pronunciar la palabra «economía». Show, show, quieren show, el mismo show que baja en helicóptero a la Villa 31, con sus escuadrones antiexplosivos. O que llega sobre un tanque chino hasta Zavaleta. O que irrumpe violentamente contra la 1-11-14, disparando a propios y extraños, hasta balear a un murguerito de 8 años. Ahí, justo ahí, la Justicia allanó una garita, cuando la industria de la primicia intentó esconderla, porque un transa de uniforme decomisaba la droga para venderla. Ahí, sí, justito ahí, le cagaron el kiosquito eterno al suboficial subalterno Daniel Crispín Argüello, que guardaba losbalancines y los elementos para fragmentar la droga en su bunker oficial, custodiado y regenteado por la Gendarmería Nacional», sostiene Levy en su columna.
Quizá por eso, Pichetto quería dinamita para la gente. O quizá porque integra un Gobierno que metódicamente ha impulsado la flexibilización de todos los mecanismos democráticos que debieran controlar a las Fuerzas de Seguridad, celebrando la cultura Chocobar, legalizando el gatillo fácil con la Resolución 956 y promoviendo un Código Penal a la medida de la impunidad policial.
Porque sí, la ceocracia plantea a la democracia como un estorbo para la seguridad pública, que no se debate. Y entiende a esa seguridad pública como un «combate contra alguien«, que bien puede ser mapuche, villera, músico, senegalés, horticultora o artesano. Rico, no. Por eso proponen pacificar los barrios dándole intervención a la polincuencia que prometen instruir en la próxima promesa, no bien terminen de atar la delincuencia con la pobreza, esquilada de dignidad. Pues curiosamente allí habita una comunidad que cocina para todos con raciones para pocos, antes de salir a luchar por un techo, por un laburo, por el futuro, por la infancia o por la educación, mientras Pichetto se acomoda en su sillón. Denosta la vagancia. Y sube la calefacción.
¿Pero saben lo que sería el terrorismo, si el paraperiodismo no fuera tan mercenario? Amenazarnos con dinamitar un barrio. ¿O cómo se llama eso mismo, cuando viene del otro lado? ¿Y cómo se llamaría eso, si lo hiciera siendo el Estado?
No hace falta estar doctorado, para entender a qué sector apuntan del electorado. Basta con repasar en dónde decidieron instalar ese sistema de reconocimiento facial que aplaudieron todos sus servicios sin identificación, en las marchas, en las villas. Y en la televisión. ¡Iba derecho para Nordelta! Pero al final se quedó en Constitución.
¿Y entonces? Y entonces bajo la excusa de cualquier guerra contra la insurgencia, nos dejan expuestos a la prepotencia del río revuelto que se llevó a Santiago Maldonado, algún perro dinamita suelto y desbocado, atendiendo una comisaría o saliendo del Senado. Humo, humo, mucho humo y mercado de consumo para la gilada, porque cualquier visera gastada encubre a un terrorista, cuando manda un sobre, cuando manda un panelista o cuando manda un rehén. ¿O qué problema saldamos ahora que mostramos el DNI en un tren? Si realmente quisieran hacer el bien, a tan pocas horas de su triste despedida, Pichetto y Bullrich serían más útiles parando una olla en cualquier merendero barrial: acá falta comida, no pirotecnia electoral.