EEUU recarga motores y desmiente los temores de enfriamiento
Los mercados necesitaban probarse también en un escenario de presunta debilidad de la economía. No lo habían hecho este año. Y el susto les duró poco. La tasa de desempleo, la mejor postal del aterrizaje suave.
Empezó la baja de tasas en el G7. Y por partida doble. Primero fue el turno del Banco de Canadá con un recorte de un cuarto de punto. Trascartón, el BCE le siguió los pasos con la misma dosis. Suiza, en marzo, y Suecia fueron los pioneros en el G10. ¿Será contagioso? No. La FED se reúne este martes y miércoles y se mantendrá al margen de la movida. Simplemente, no dispone de los números de inflación de Canadá. Allí, la definición minorista núcleo (su promedio trimestral) cayó de 3,5% anualizado en diciembre a un umbral por debajo de 2% en marzo y abril. Tampoco Jay Powell tiene el apuro de Christine Lagarde en la eurozona que, en simultáneo, bajó las tasas y subió sus pronósticos de inflación.
La FED, está claro, debe mantener las tasas por más tiempo hasta que ceda la rebeldía de una inflación que hizo el camino inverso al canadiense. La medición núcleo que merodeaba 2% a fin del año pasado se aceleró a 3,5%. Y la salud de la economía tampoco urge una intervención. Aunque esta semana los temores a un súbito resfrío se hicieron notar. Y una caída acentuada de las tasas largas les dio crédito momentáneo. El informe de empleo, rebosante de vigor, el viernes, se ocupó de clausurar esa ventana antes que pudiera entreabrirse.
Una caída de la producción manufacturera en mayo, la segunda consecutiva, según el informe ISM encendió una luz amarilla en el tablero de la actividad. El derrumbe de nuevas órdenes era el dato nuevo más filoso. EEUU aflojó el ritmo de marcha hacia fines de marzo y en abril. El consumo personal se contrajo 0,1% real en abril. El pronóstico en tiempo real de la FED de Atlanta tomó nota de la desaceleración (con la misma exageración frontal con que registró antes la marea alta). Si a mediados de mayo preveía un crecimiento de 4,2%; el lunes último, tras la noticia del ISM, lo había rebajado a 1,8%. Ahí cundió la preocupación. ¿Por fin la economía acusaba una fatiga abrupta después de tanto trajín? Las tasas de diez años se hundieron 20 puntos base de lunes a miércoles. Y se ubicaron en 4,30% en la vigilia del informe de empleo. ¿Qué sabían que el resto de los mortales no? Que hubiera información contrapuesta se relativizó. El indicador PMI de S&P Global detectó en mayo un sólido repunte de la producción industrial, y no una caída. Y lo que más incide, los servicios, crecieron según las dos fuentes. Que la OPEP relajase su plan de recortes de producción deprimió el precio presente del crudo y las expectativas de inflación. Y eso explica, en parte, la merma de las tasas largas.
Pero no es un nubarrón que empañe el horizonte sino al revés. Que aumente el déficit comercial de EEUU porque las exportaciones de abril crecen, pero las importaciones crecen más, tampoco denota agotamiento. Es señal de vitalidad de la demanda. No obstante, la espina de la duda se clavó hondo. Es que los mercados necesitaban probarse también en un escenario de presunta debilidad de la economía. No lo habían hecho este año. Y el susto les duró poco. El S&P 500 y el Nasdaq estamparon récords el jueves. Les gustó la idea de que la FED tuviera que tomarse en serio la promesa de recortar sus tasas. No de inmediato. Quizás en septiembre. En otras palabras, adelantar la poda de tasas puede ser un excelente estribo. Después de todo, si la economía tropieza, se arreglará. Le bastará con leer las líneas citadas arriba.
La tasa de desempleo, la mejor postal del aterrizaje suave
La tesis del cansancio duró muy poco. Hasta que se supo que el mercado laboral creó 272 mil nuevos puestos de trabajo en mayo, casi cien mil más que en abril y que lo esperado. La data puntual es volátil. Pero al promedio trimestral de 249 mil hay que darlo por bueno. Fin de la discusión sobre el frío o la tibieza. La tasa de desempleo trepó a 4% (en rigor, 3,96%), donde se ubicaba un mes antes de comenzar la suba de tasas -desde la zona cero- en marzo de 2022. Es la mejor postal del aterrizaje suave, con énfasis en la suavidad (ya que todavía no se termina de aterrizar). El mercado laboral ajusta sistemáticamente las búsquedas y las contrataciones mes a mes, pero opera en ocupación plena aumentando empleos netos, salarios reales y la masa de ingresos.
A la tesis del enfriamiento hay que guardarla en el bolsillo hasta nuevo aviso. Tanta pujanza obligó a los mercados a dar un paso atrás. Pero no más que eso. Es verdad, la baja de tasas seguirá en el congelador. Pero qué mejor para Wall Street que tenerla disponible y no necesitarla.
Con una economía saludable, y 550 puntos base de munición para gastar en la guantera en caso de urgencia, el mercado bull no le tiene miedo a nadie. Aunque mirará de reojo la primera lectura de la inflación de mayo. Que la FED es su amiga, pero conviene no abusar de su paciencia.