«El Diego se convirtió en adjetivo y eso es trascender, es la argentinidad»
Lxs seguidores de Maradona copan los lugares por los que pasó el ídolo. Infonews estuvo en la famosa esquina de Segurola y Habana, donde vivió el Diez, y lxs vecinxs compartieron sus sentimientos
«La usamos todo el tiempo: ‘Te espero en Segurola y Habana’. En muchas discusiones de Whatsapp se tira cuando se caldea el ambiente», cuentan a Infonews Pablo y su amigo que se acercaron a la mítica esquina del barrio porteño de Villa Devoto a «llenar el vacío» (que deja la muerte), dicen. La frase – como muchas otras igual de ingeniosas y/o polémicas del Diego- se instaló en la jerga nacional y se la convoca para dirimir pleitos o quizá para ponerles un límite.
Y ese dicho popular hizo de este lugar un espacio de culto, por el que desfilaron en la década del ’90 vaya unx a saber cuántas personas en busca del gancho del ídolo en una camiseta, de un beso suyo o de una foto con él.
El emblemático edificio de Segurola y Habana, un altar más para el Diego. Infonews
Gladys es vecina del primer piso del edificio de Segurola y Habana. Está junto a su hija y su nieta en el balcón, desde donde observan a la gente que se convoca en la vereda y en la calle. Ya hay un altar en el cantero con velas encendidas, cartas, dibujos de niñxs y flores por doquier. Le preguntamos (gritando) si fue vecina de Maradona en la época en que él vivió ahí y nos invita a pasar al hall para hacerle unas preguntas. Está emocionada, se le nota en la mirada vidriosa.
Gladys: Hace treinta años que vivo acá. Tengo recuerdos espectaculares, fue un excelente vecino. Esta era la casa del Diego, en su época linda, sus nenas venían y se quedaban acá. La mejor persona que he conocido. Acá la gente dormía a la noche y él siempre salía con una fibra indeleble para firmar las camisetas de todo el mundo.
Infonews: Y en el día a día, ¿no le molestaba ese movimiento?
Gladys: Todo eso me encantaba. Me sentía muy cuidada porque estaban todas las barras, cantando, bailando. Cuando estuvo muy mal, todo el mundo hizo lo mismo que ahora, ponían carteles y creo que era bueno que la gente le demostrara su amor.
Infonews: ¿Le gusta el fútbol?
Gladys: Sigo a Argentina. Y realmente lo admiraba. Todo el mundo nos conoció gracias a Diego. Estoy muy orgullosa de haberlo conocido y de vivir en el lugar donde él vivió. Él tenía un Mini Cooper con la bandera argentina grabada en el techo. Creo que no hay un argentino más grande que el Diego, que haya querido a la camiseta y al país como él.
Hay varones que recorren el lugar en silencio y prefieren no dar testimonio. Se les siente la congoja del duelo y se respeta. Otros, llegaron con toda la parafernalia, como Víctor de la hinchada de Atlético General Lamadrid, el club del barrio de Devoto, y toda la tropa que lo rodea.
Una multitud despide a Maradona en la Casa Rosada
«Yo colgué todas las banderas. Es un humilde homenaje al más grande la historia del fútbol argentino, más habiendo vivido tantos años acá en Habana y Segurola. Podríamos haber ido a Cantilo y Benito Juárez (la casa en la que vivió Maradona con su mamá «Doña Tota» y su papá «Don Diego»), pero vi en los medios que acá no había mucha gente, tomé la iniciativa junto a tres amigos más. ‘Muchachos, vamos a agarrar las banderas a ver si la gente se copa’ y le pusimos toda la onda», se enorgullece Víctor sobre el armado del encuentro. En su grupo circulan birras, música y charlas encendidas.
«Estamos acá tristes. Se fue el Dios del fútbol, haya hecho lo que haya hecho, el que lo va a juzgar ahora es al que está en camino, que es Dios. Nosotros no podemos juzgar nada», advierte sobre el Diego, un personaje popular, rico en contradicciones y por eso amado y despreciado a la vez.
«Paz eterna» para Diego, uno de los deseos a los pies del cartel de las calles Segurola y Habana. Infonews
Las anécdotas son personales y colectivas. Las hazañas del «Pelusa» se inscriben en la memoria personal de muchxs, en la familiar, en la primera persona como hitos de vida. «Soy del ’79. En el año ’86 tenía siete años. Viví una alegría muy grande, que vivieron mis abuelos, mi papá, mi familia y todo el barrio. Fue una explosión en mi casa y fuimos caminando desde mi casa a Cantilo y Benito Juárez (yo vivo a cinco cuadras). Me llevaron a andas y ahí empecé a sentir lo que era el amor por el fútbol. Hoy se nos fue ese mismo que me dio esa alegría a los 7 años… Emotivo«, recuerda este hombre de alrededor de metro noventa, con el pecho inflado detrás de su camiseta de la Selección nacional y la mirada hacia adelante.
En el cartel informativo de las calles hay ramos de flores atados al palo y algunos en el piso. «Gracias Diego. Eterna paz», le desea una familia. En diagonal, dos mujeres sentadas en un jardín exterior, observan la escena y les explican a sus niñxs que la gente se acercó porque quieren a Maradona.
A metros , Pablo cuenta que es de River, pero que vino porque «el Diego lo trasciende todo». Como la frase «Segurola y Habana 4310, séptimo piso», reflexionan con su amigo sobre cómo el ídolo trascendió el sustantivo. «Estábamos hablando recién… qué cosa el hecho de convertirse en adjetivo. El Diego es eso, es un adjetivo. ‘Sos el Diego’, ‘hiciste la del Diego’, ‘a lo Diego’ … Y trascender así, es la argentinidad, ¿viste?».