«Inmovilizó a Fernando»
Testigo clave en la causa por el homicidio de Fernando Báez Sosa. Se trata de un joven de 18 años que alquilaba junto a un grupo de amigos una cabaña en el mismo complejo que los diez imputados. No sólo compartió con el grupo los días previos al asesinato, sino que además presenció el momento de la golpiza e identificó a Juan Pedro Guarino -uno de los dos que quedaron en libertad- como el joven que «inmovilizaba» a Fernando para que sus amigos pudieran pegarle. El aporte que podría cambiar la causa y llevar tras las rejas a los únicos que siguen el proceso lejos del penal de Dolores.
La noche del 17 de enero, «Vicente» -tal su nombre ficticio por temor a represalias por parte de los imputados- fue a bailar junto a sus compañeros de colegio al boliche Le Brique. Conocía bien a los diez imputados, llevaban días «conviviendo» en un complejo de cabañas de Villa Gesell. «Solíamos hacer previas juntos. Hicimos la previa ese día. Se comportaban como personas normales; como cualquier pibe que se quiere divertir. Es más, casi no tomaban (alcohol). Nuestro grupo tomaba más que ellos», reconoció
Cerca de las cinco y media de la mañana, «Vicente» abandonó el boliche y fue testigo de toda la golpiza a la que sometieron a Fernando. Su declaración será clave, en caso de incorporarse a la causa, dado que es el primer testigo que logra identificar a Guarino no sólo en la escena del crimen, sino que además le atribuye una participación directa en el homicidio.
«Guarino estaba sosteniéndole las piernas a Fernando, mientras el resto le pegaba», precisó, al tiempo que detalló: «Lo estaba inmovilizando. Me acuerdo que lo agarró de las piernas y me llamó mucho la atención, porque era el único (del grupo) que tenía un buzo».
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Tras el crimen, «Vicente» no regresó a la cabaña. Tenía miedo de que le hicieran lo mismo a él y se quedó en el bar La jirafa azul, ubicado a pocos metros del boliche. Tras la detención de los rugbiers, recibió amenazas a través de su cuenta de Instagram para impedir que se presente como testigo en la causa.
Sábado 18 de enero. 8 de la mañana. El cuerpo de Fernando Báez Sosa se encontraba en la morgue del hospital de Villa Gesell: le estaban realizando la autopsia. Los padres de la víctima viajaban desesperados a la Costa. Su novia, destruida, aguardaba en la vereda en compañía de una amiga que le entregaran el cuerpo. Lo habían declarado muerto tres horas antes, en la vereda de enfrente del boliche Le Brique, después de haber sido atacado por una patota de diez rugbiers, que ya organizaba, como si nada hubiera sucedido, la previa de ese sábado. El siniestro audio de un amigo de los diez imputados que acababa de llegar a la ciudad balnearia horas después del homicidio: «¡Mataron a una persona! ¿Me estás jodiendo?».
«Pero, ¿estás loco, vos? ¿Te pensás que quiero ir a hacer algo hermano? Mataron a una persona, ¿me estás jodiendo? No es ninguna boludez, papi». Esa fue la reacción del joven que estaba llegando en micro de Zárate a Gesell esa mañana y pensaba dejar las valijas en la cabaña que habían alquilado los imputados hasta que «abriera el hotel» que había reservado. En el primer intercambio de mensajes, se sorprende al darse cuenta de que sus «amigos» ya estaban organizando la previa de la noche, pese al homicidio.
La respuesta de los rugbiers a la propuesta de profugarse fue contundente: «No, acá en Gesell están flasheando y exagerando todo. Están re locos». Al darse cuenta del cuadro de situación, el joven regresó a la cabaña que alquilaban los ahora imputados para recuperar su valija. «(Blas) Me dio las llaves de la casa, fuimos, agarramos nuestros bolsos y nos vinimos a la puerta del hotel hasta que abrió. Nos quedamos en la puerta con el Cala, Santino (también mencionado en la causa) y con todo los que vinimos (en micro)».