La crisis del yen se cobró su segunda víctima
La novedad puede implicar el cambio de rumbo de la política monetaria japonesa, que se esperaba en post de corregir la debilidad de su divisa.
El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, sorprendió a los mercados anunciando que no se presentará a las próximas elecciones del Partido Liberal Democrático (PLD) que se celebrarán el mes próximo. Por ello, renunciará como primer ministro en septiembre, cuando el partido elija un nuevo líder, poniendo fin a un mandato de tres años. Kishida perdió el apoyo del electorado en los últimos meses, ya que su mandato se vio salpicado por varios escándalos políticos. Al respecto, señaló que “la política no puede funcionar sin la confianza del público”, por lo que «ahora me concentraré en apoyar al nuevo líder electo del PLD como miembro de base del partido». En los últimos meses, varios escándalos relacionados con la financiación del PDL y su relación con la controvertida Iglesia de la Unificación han minado su posición. Además, su marcha coincide con un aumento de la volatilidad en la bolsa japonesa, que se desplomó el pasado lunes negro (15 de agosto), después de un cambio de rumbo en la política monetaria del Banco de Japón (BoJ) que detonó un desarme global del «carry trade» y acompañó la caída de los mercados mundiales ante los temores de una recesión en EE.UU.
Vale señalar que se trata de la segunda víctima que se cobra la crisis del yen, luego que casi a fines de junio pasado el gobierno japonés decidió el recambio del principal funcionario monetario, Masato Kanda, por Atsushi Mimura. Por lo visto, después de que el difunto Shinzo Abe intentara valientemente romper la triste tradición de Japón de tener primeros ministros que duran en promedio alrededor de un año -antes de renunciar y eventualmente ser asesinados-, parece que Japón volvió a su propia ingobernabilidad. Pero, quizás, lo más relevante en estos momentos es que la salida de Kishida puede allanar el camino para que el BoJ suba las tasas de interés y apuntalar al yen, y la política monetaria nipona se normalice.
Mercados sorprendidos por la decisión
Muy temprano por la mañana del miércoles, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, sorprendió a los mercados cuando dijo que renunciaría como líder del gobernante PLD (que controla ambas cámaras legislativas) en septiembre y terminaría efectivamente su mandato como primer ministro poniendo fin a meses de especulaciones sobre su capacidad para sobrevivir al escándalo y al aumento del costo de vida. En una conferencia de prensa, Kishida dijo que no buscaría la reelección en las elecciones internas del próximo mes para la presidencia del PLD, que en efecto le otorgan al titular el puesto de primer ministro japonés.
“Japón sigue afrontando situaciones difíciles tanto en el país como en el extranjero. Es sumamente importante que abordemos estos problemas con mano firme”, afirmó Kishida. “El primer paso, y el más claro, para demostrar que el PDL está cambiando es que yo renuncie”. “La confianza en la política y la confianza de la gente son fundamentales, solo así se podrá avanzar, y por eso el PDL debe cambiar”, dijo a la prensa.
Este inesperado cambio se produce en un momento clave para Japón, que, como informa el diario británico Financial Times, asumió un papel de defensa más enérgico en el Pacífico y profundizó la cooperación en materia de seguridad con Washington ante el ascenso de China. La economía también empezó a salir de una lucha de décadas contra la deflación y el bajo crecimiento, mientras que sus mercados bursátiles se convirtieron en un destino favorito para los inversores que buscan una alternativa a China en medio de los crecientes riesgos geopolíticos.
Pero los tres años de mandato de Kishida se vieron afectados por bajos índices de aprobación, causados en gran parte por un escándalo de financiación política que lo obligó a despedir a cuatro ministros del gabinete en 2023. En febrero, una encuesta del periódico Mainichi reveló que solo el 14% de los votantes aprobaba el desempeño de su administración, muy por debajo del nivel del 30% que ha derribado a los primeros ministros japoneses anteriores. Los analistas políticos atribuyeron la supervivencia de Kishida a la debilidad de los partidos de oposición de Japón y a la escasez de rivales serios dentro del PDL.
Como señala el FT, la decisión de Kishida fue una sorpresa dentro del PDL, donde figuras muy importantes creían firmemente que el primer ministro tenía la intención de presentarse a las elecciones de liderazgo. Al retirarse de las elecciones para el liderazgo, que se espera que se celebren alrededor del 20 de septiembre, Kishida abre la puerta a que varios candidatos compitan por el puesto. Las especulaciones entre los analistas sobre su sucesor más probable se han centrado en el ex ministro de Comercio Toshimitsu Motegi (68 años), el exministro de Defensa Shigeru Ishiba (67 años), y el ex ministro de Asuntos Exteriores Taro Kono (61 años), todos ellos políticos de carrera.
¿Surge un candidato inesperado?
Para Masatoshi Honda, analista político y académico, los problemas del PDL y la contienda por el liderazgo atraerían a candidatos que, en circunstancias normales, no serían vistos como posibles contendientes. Pero gane quien gane, será muy difícil revivir el apoyo al PDL, dijo Honda. Un posible contendiente más joven es Takayuki Kobayashi, de 49 años, graduado de la Escuela Kennedy de Harvard, a quien se le atribuye haber demostrado mano firme como ministro de Seguridad Económica entre 2021 y 2022. Cabe señalar que quien sea elegido presidente del PLD deberá liderar el partido en una elección general que debe celebrarse a fines de octubre de 2025. Por lo pronto en el ámbito empresarial los ejecutivos se preguntan si el próximo líder del PLD tendrá experiencia y será lo suficientemente duro para enfrentar los desafíos internacionales, incluida una China cada vez más asertiva y la posible reelección de Donald Trump.
Kishida, que se había desempeñado como ministro de Asuntos Exteriores, llegó al poder en octubre de 2021 con la promesa de establecer un “nuevo capitalismo”. Su incapacidad inicial para explicar con detalle sus planes de redistribución de la riqueza provocó un rápido desplome de la bolsa de Tokio, conocido como el “shock de Kishida”. Irónicamente, su mandato terminó con otro shock, esta vez como resultado de la lógica suba de tasas destinada a contener la inflación galopante de Japón, que hizo que las acciones se desplomaran y obligó al BoJ a dar marcha atrás rápidamente y prometer que no habrá más subas de tasas.
Pero también el mandato de Kishida incluyó una serie de logros modestos que habían eludido a sus predecesores, incluido un aumento histórico del gasto de defensa en 2022 que, en etapas, elevaría el presupuesto militar de alrededor del 1% del PBI a aproximadamente el 2% en cinco años. Los esfuerzos de Kishida para convencer a las corporaciones japonesas de que aumentaran los salarios también dieron frutos ya que las negociaciones salariales shunto de este año, celebradas en marzo, aseguraron el mayor aumento salarial desde 1991 para los trabajadores de las grandes empresas. Por desgracia, eso provocó la mayor inflación en Japón en generaciones y obligó al BoJ subir las tasas, poniendo en peligro la estabilidad del mercado de bonos japonés, el mayor Frankenstein financiero del mundo, donde el BoJ posee más de la mitad de todos los bonos del gobierno japonés.