La dura historia de Igor, el bebé abandonado de Chernobyl
Nació casi un año después de la explosión del reactor nuclear sin un brazo y con deformaciones en sus piernas
Igor Pavlovets nació el martes tres de marzo de 1987 en Bielorrusia. Habían pasado once meses desde la explosión en el reactor nuclear de Chernobyl, considerada como el accidente nuclear más grave en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares y uno de los desastres medioambientales más alarmantes de la historia. El nivel de radiación al que se vieron expuestos millones de ciudadanos de la por entonces Unión Soviética dejó un grave historial de muertes por cáncer y dio lugar a la generación de “bebés Chernobyl”, muchos de ellos con severas deformidades y graves problemas de salud.
Aunque el Gobierno de Mijaíl Gorbachov estaba al tanto de los severos problemas que traería la exposición radioactiva, poco sabía la población de la gravedad del cuadro. Durante esos primeros meses posteriores a la explosión, en los que desde el poder se intentaba instalar la versión de que el accidente ya se había superado y que no habrían secuelas congénitas, fue que nació Igor. Durante muchos años de su vida, Igor creyó que su madre lo abandonó al ver que había tenido un bebé al que le faltaba un brazo y cuyas piernas no se habían terminado de desarrollar.
Sin registros del nacimiento, como solía suceder por ese entonces, Igor creció en un hospital ubicado a menos de 60 kilómetros del reactor nuclear “lejos de la opinión pública”. La política era clara: poco se tenía que saber sobre lo que estaba sucediendo con los “bebés de Chernobyl”. De hecho, aunque muchas de las complicaciones eran físicas y no neurológicas, el Gobierno había establecido que todos debían ser internados en un neuropsiquiátrico al cumplir los cuatro años.
Con 32 años, Igor se convirtió en una de las postales de lucha que dejó Chernobyl. Se casó con Alice, una enfermera pediátrica, y tuvo dos hijos. Nunca más regresó a Rusia. “Ni bien llegué a Inglaterra supe que no quería regresar. Y si quiero algo, lo consigo”, advirtió. El tratamiento incluyó en una primera etapa un brazo prostético, que no funcionó. “Lo sentía extraño. Le agradezco a la gente que trató de ayudarme, pero soy feliz con un solo brazo”.