La herencia del gobierno de Mauricio Macri
Tras su profundo fracaso, la administración saliente intenta consolidar un relato edulcorado para reconstruirse como oposición
Luego de las elecciones que marcaron el fin de la tercera experiencia neoliberal se asiste a la construcción del relato de la nueva oposición. Frente al completo fracaso económico, que al mismo tiempo significó el deterioro de todos los indicadores sociales, el oficialismo saliente necesitaba desesperadamente encontrar una nueva épica para comenzar a transitar su inminente rol opositor, una tarea improbable si luego de haber controlado durante cuatro años el aparato de Estado no existe nada para mostrar o, peor aun, si el saldo es negativo.
Como contrastar los números de la herencia económica de 2019 con 2015 aparecía como una tarea imposible, durante la campaña electoral se intentó desesperadamente correr el eje. El tópico de síntesis fue: “sabemos que la economía no está bien, pero tenemos grandes logros en los institucional”, es decir lo asible versus lo inasible. En este punto aparece la idea mentirosa de “república”, de presunto gran respeto a la división de poderes y a cuestiones como la “libertad de expresión” y la transparencia, asuntos en los que también el balance es muy malo, pero con la ventaja de producir un impacto mediático bastante diferente. Hablar de persecución judicial y presos políticos, de invento y direccionamiento de causas, de espionajes en la AFIP, de extorsión de testigos, de la prensa del régimen actuando en tándem con los servicios de inteligencia, de despidos de periodistas opositores, del encarcelamiento de tuiteros o del discurso único en los medios públicos, son cuestiones que llegan o preocupan a la minoritaria porción politizada de la población. Lo que pasa en la economía, en cambio, lo padece y vive hasta el más apolítico y desinformado. Se le puede mentir en la cara al despolitizado sobre el presunto híper republicanismo de la experiencia cambiemita, pero no se le pude contar lo bien que está la economía si su realidad material es mala o apremiante.
Sin embargo, pasadas las elecciones y con ellas el riesgo que significaba abrir el paquete económico antes de la votación, la jefatura de Gabinete que conduce Marcos Peña Braun difundió un insólito documento de ocho puntos sobre la herencia económica de los últimos cuatro años. En un texto breve de apenas siete páginas el gobierno saliente pretende mostrar un balance positivo sobre el programa económico en materia fiscal, de deuda y empleo, entre otros puntos. El documento es tan fantasioso e inexacto que ni siquiera valdría la pena tratarlo salvo por el detalle de que apuesta a ser la línea de defensa de la futura oposición. Aunque la herencia de alta inflación, crisis de deuda, desocupación y deterioro de los salarios es incontrastable, vale la pena repasar el intento de construcción de relato.
El documento empieza con contundencia, dice que el país a fines de 2019 se encuentra “listo para volver a crecer” y agrega que ello será “sin magia, sin mentira, sin ficción”. Las afirmaciones son por lo menos notables, porque a partir de ellas comienza un relato de magia, mentira y ficción.
Empezando por la magia. Los números oficiales del INDEC muestran una virtual duplicación del desempleo, que pasó de 5,9 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), en 2015 a 10,6 por ciento en 2019 y por ahora. No obstante, el documento oficialista sostiene, sin sonrojarse porque las palabras no se sonrojan, que “el desempleo está en niveles similares a los que dejó el gobierno anterior”. Magia, no importan los números, no importan las metodologías estándar de medición. Si los números de desempleo aumentan es simplemente porque hay más gente buscando trabajo. El texto llega al extremo de negar la destrucción empleo, dato que no parece compatible, por ejemplo, con cómo volatilizaron 194 mil puestos de trabajo formales según el SIPA del ex Ministerio de Trabajo. Pero si por un segundo se acepta la hipótesis cabe preguntarse ¿por qué hay más gente buscando empleo? ¿será por el profundo deterioro del poder adquisitivo de los que tienen trabajo (18,7 por ciento menos en promedio desde diciembre de 2015) lo que obliga, quizá, a que otros miembros del grupo familiar busquen ingresos extra? La magia de Marcos Peña no lo explicita, sólo dice que el desempleo no aumentó por más que los números digan lo contrario. Agrega también que gracias a “integrarse al mundo” y al inexistente acuerdo de libre comercio con la Unión Europea en algún momento del futuro se crearán esos empleos que hoy el mercado local no genera. “Magia y buen humor”, como diría Rinconet.
Siguiendo por la mentira, el relato del posmacrismo insiste en el tópico de que a fin de año se habrá logrado el “equilibrio fiscal primario”, para luego hacer una serie de dudosas comparaciones temporales. La primera es la falacia que se intentó crear ya a comienzos de la gestión de Alfonso Prat Gay según la cual se habría heredado un déficit primario de 7 puntos del PIB. El número ya fue refutado en el pasado, pero se alcanzaba exprimiendo y subvirtiendo aquí también las metodologías internacionales de medición, como sumar una presunta deuda flotante con proveedores y una multitud de pasivos ocultos. Pero el punto más sorprendente es que el mismo gobierno, en el prospecto del bono a 100 años enviado a la SEC estadounidense, había reseñado que el déficit heredado era apenas de 1,8 por ciento del Producto, con lo que la mentira no es contra las afirmaciones del gobierno precedente, sino contra las afirmaciones propias. Además los déficit presupuestarios del macrismo a pesar de las fuertes reducciones de gastos que destruyeron funciones del Estado, se debieron fundamentalmente a lo que el mismo documento considera una virtud: el haber bajado impuestos a los sectores de mayores ingresos, empezando por los exportadores mineros y agropecuarios (retenciones) y siguiendo con las alícuotas de Bienes Personales, sólo por citar los casos más paradigmáticos.
Y terminado por la ficción, el documento sostiene que también el endeudamiento desaforado en el que incurrió la administración saliente, a razón de 50 mil millones de dólares por año en 2016 y 2017, con crisis de deuda en marzo-abril de 2018 y el regreso al FMI, del que recibió cerca de 45 mil millones adicionales de un programa de 57 mil, fue el resultado de la situación heredada, ya que debió pagarle “20 mil millones de dólares” a los fondos buitre, siempre elegantemente denominados “holdouts”. A ello suma el transitado argumento falso del gradualismo, el de la necesidad de dólares para financiar gastos en pesos. Incluso haber regresado al FMI habría sido un proceso virtuoso, pues los recursos del organismo permitieron refinanciar pasivos a tasas más bajas. En el documento no se lee una palabra sobre el cierre de los mercados voluntarios que advirtieron tardíamente la insolvencia manifiesta, tan pronto como a fines de 2017 y comienzos de 2018. Tampoco se dice nada sobre que la deuda pública arañará el 100 por ciento del producto a fin de año, cuando en 2015 representaba el 53 por ciento, y que la deuda en dólares pasó del 36 al 72 por ciento del producto. Tampoco que los vencimientos en divisas que se le dejan a la administración del Frente de Todos suman el 30 por ciento del producto en los próximos 4 años y el 40 si se suman las obligaciones en pesos. Después de 4 años de gobierno la economía quedó condicionada a los acreedores y en virtual default, pero la culpa es heredada del gobierno anterior.
Los puntos del documento son 8, pero los reseñados son una muestra representativa. Para una comparación más completa de las dos herencias, alcanza con repasar el cuadro elaborado por el Observatorio de Políticas Públicas de la UNDAV.