Los cambios que vendrán para la producción y el comercio
No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente. Sobrevive la que mejor se adapta al cambio».
Las pandemias no son un hecho anormal en la historia de la humanidad y como tantas otras, el Covid del siglo XXI dejará cicatrices profundas y grandes cambios. No solo profundizará la digitalización de la economía y la adopción de nuevas tecnologías sino que transformará nuestra forma de pensar y nuestros hábitos al enfrentarnos de manera brutal a nuestra fragilidad humana.
Estamos transitando duramente hacia un orden social y económico diferente donde la “nueva normalidad” esta por ser construida y aceptada. El coronavirus no significa el final de la globalización pero la cambiará. Los países y las empresas deberán adaptarse para tener éxito y mejorar su posición relativa en el mundo post pandemia.
La resiliencia y rapidez de acción son claves para enfrentar la tragedia en el corto plazo mientras que la flexibilidad y creatividad serán necesarias para enfrentar un futuro que se presenta incierto.
La economía global parece encaminada hacia un mundo más cerrado con barreras comerciales, sanitarias y sociales. Argentina -jugador relevante del mundo de los agronegocios- deberá entender los cambios y adaptarse rápidamente a un futuro diferente.
La disrupción de las cadenas de abastecimiento dejó al desnudo la excesiva dependencia del “Made in China”. La fragilidad exhibida en la crisis está llevando a muchas industrias a repensar el abastecimiento de productos claves producidos en el gigante rojo. El “just in time” mostró la debilidad de trabajar con stocks mínimos y proveedores alejados de las zonas de consumo.
En particular, la industria mundial de fitosanitarios tiene una altísima dependencia de China por lo que uno de los puntos en agenda de las grandes empresas es como paliar la dependencia de químicos claves y diversificar su producción llevándola de nuevo a los países de consumo.
Antes de la aparición del virus, el comercio internacional ya estaba amenazado por la guerra comercial entre China y Estados Unidos. No sería de extrañar que esta tendencia se profundice y tome la forma no solo de mayores aranceles de importación sino también de nuevas exigencias sanitarias para el comercio de alimentos y el movimiento de personas.
Habrá nuevas normas sanitarias y de trazabilidad donde se favorecerá la producción dentro de los países de consumo versus las importaciones de productos que enfrentaran mayores exigencias. Por otra parte, aquellos países que dependen fuertemente de importaciones de alimentos analizarán la razonabilidad de sus cadenas de abastecimiento y los niveles de stocks internos para aventar potenciales problemas futuros.
Por otra parte, el consumo de alimentos en el mundo post Covid dependerá profundamente de los nuevos hábitos y demandas de los consumidores. La disrupción creada en nuestras vidas por el coronavirus puede crear patrones de consumos impensables o inaceptables hasta antes del mismo. Aún más, el pánico generado por tragedias observadas en países como España e Italia introduce un elemento nuevo en nuestro comportamiento futuro no solo relacionado con el turismo, viajes y entretenimiento sino también en la forma en que demandamos y consumimos nuestros alimentos.
Aquellas empresas que presenten la combinación de producto/marca/logística/imagen institucional que mejor se adapte a estos futuros hábitos de consumo serán las ganadoras de un nuevo escenario de demanda que está en plena construcción.
El movimiento de personas y de mercaderías de un continente a otro ya no será algo normal y cotidiano como hasta ahora. Hoy las fronteras están cerradas y la circulación dentro de muchos países restringida. El transporte de personas y de mercaderías -incluidos alimentos- no se regularizará plenamente hasta que una vacuna o una cura estén ampliamente disponible por lo que enfrentaremos barreras sanitarias no solo hasta la final desaparición del virus sino hasta la construcción de una nueva normalidad.
Finalmente, la desaceleración de la economía global impactará también en los países exportadores de alimentos. Los precios de los granos no han colapsado como los del petróleo pero están sufriendo como los de otros commodities ante un escenario de incertidumbre y volatilidad.
Así como la mejora del ingreso per cápita fue uno de los impulsores de la demanda no solo de mayor cantidad de alimentos sino también de mayor calidad y sofisticación de los mismos debemos esperar una ralentización de la misma hasta que la economía global, y en particular la de los países emergentes, recupere su crecimiento.