Los médicos sufren discriminación

En defensa de los héroes: los médicos sufren discriminación

“Que vivan los médicos, pero que vivan lejos”, parece ser la consigna de algunos que temen que los contagien. Crónica de la discriminación que sufren médicos y trabajadores de la salud a pesar de la admiración que despiertan en la sociedad

Hay tiempos en los que la humanidad clama por héroes. Los hubo guerreros, que libraban batallas y libertaban naciones. Hoy, cuando la humanidad permanece en cuarentena, la amenaza amerita otros héroes: médicos, enfermeros, científicos, virólogos y un largo etcétera que arriesga sus vidas por proteger las de los demás.

El mundo entero, no solo Colombia, se ha volcado a reconocer a los valientes que enfrentan todos los días al coronavirus. Cada noche, entre las siete y las nueve, alrededor del planeta la gente los aplaude sin pausa a fin de agradecerles la batalla que libran en los hospitales para salvar de la muerte a los enfermos.

Sin embargo, predomina el miedo: cada vez aparecen más historias de médicos y enfermeros aislados en sus conjuntos residenciales, en supermercados, en espacios públicos. Muchos ahora temen que los contagien los mismos héroes que aplauden cada noche.

El pánico está por todas partes. En Cartagena, por ejemplo, la Alcaldía Distrital y la Gobernación de Bolívar tuvieron que organizar, por separado, rutas de buses para enfermeras y médicos de los centros hospitalarios públicos, pues denunciaron que los discriminaban los conductores de servicio público, que al verlos en uniforme no paraban a recogerlos.

Decenas de médicos y enfermeros han denunciado que los discriminan en los supermercados. Se han visto obligados a no llevar uniforme en la calle.

Llamó en especial la atención el caso de Jhon de Armas, quién salió de su casa con la intención de llevarle medicinas y víveres a un familiar adulto mayor que no puede salir a la calle por las restricciones del aislamiento preventivo. En el camino se detuvo a comprar una bebida refrescante en una tienda Ara del municipio de Malambo, en el área metropolitana de Barranquilla. Pero se llevó una sorpresa tremenda porque uno de los empleados del local le dijo que, si no se quitaba su uniforme de médico, no podía entrar.

Al profesional de la salud le hicieron quitar la camisa, a pesar de que les informó a los trabajadores de la tienda que venía de su casa e iba camino a empezar su turno en un hospital. “Esta es la discriminación, este el aplauso, el agradecimiento que tienen las personas hacia ‘los héroes’ —como a muchos les gusta poner en sus redes sociales—, que sacrificamos tiempo, familia e incluso la vida por estar prestando atención médica. Ya me quité la camisa, señores de Ara, muy buena política”, manifestó en un video que grabó en la puerta del establecimiento comercial.

El mensaje del médico se hizo viral en redes sociales. Muchos lo respaldaron y manifestaron su indignación. Otros pocos cuestionaron que en medio de la situación tuviera el descuido de salir vestido con la ropa que va a usar en procedimientos médicos.

A las pocas horas, la dirección de Ara le salió al paso a las críticas con un comunicado en el que ofrecieron disculpas a De Armas. Explicaron que no tienen contemplada ninguna restricción de acceso para atender la coyuntura que vive el país y que siguen prestando sus servicios bajo estrictos protocolos de higiene. Eso sí, señalando que “como país estamos atravesando un momento retador y de alta tensión para todos, en el que los seres humanos pueden equivocarse”.

En Neiva sucedió algo parecido: una enfermera fue a un supermercado para abastecerse. Mientras hacía la fila, empezó a escuchar comentarios: la estaban agrediendo porque consideraban que ponía en riesgo a las demás personas. Asustada, abandonó el lugar. A varios médicos de Bucaramanga, los vecinos los han bajado del ascensor: “En mi casa soy el encargado de salir, cuando es estrictamente necesario, a comprar mercado y a botar la basura. Los vecinos me evaden cuando me ven transitando por el conjunto. Eso nos preocupa un poco porque no sabemos cómo irán a reaccionar más adelante. Por ahora, he pensado en salir de casa a la clínica sin uniforme ni maletín”.

«Nos hemos sentido discriminados. Cuando tomamos el transporte, no nos han querido prestar el servicio, nos han agredido verbal y físicamente».

En el área metropolitana de Bucaramanga también ha habido casos de segregación y uno de ellos llegó hasta la agresión física. “Nos hemos sentido discriminados; cuando vamos a tomar el servicio de transporte no nos han querido prestar el servicio, nos han agredido verbal y físicamente, nos han tirado piedras”, le dijo a SEMANA una persona del servicio farmacéutico que prefiere mantener su nombre en reserva.

El transporte es uno de los mayores problemas para el personal de salud. Aunque no tienen restricción para desplazarse, se les está dificultando llegar a sus trabajos en las clínicas y hospitales, pues los ciudadanos temen estar cerca de alguien que haya estado expuesto. No hay nada más peligroso que el miedo.

Justo el domingo 23 de marzo, una auxiliar de enfermería de la Clínica Foscal, en Bucaramanga, salió a las cuatro de la tarde de su casa para llegar a su turno de las seis. Intentó tomar tres taxis, sin éxito. “El primero me dijo: ‘Deme 30.000 y la llevo’. Le dije que le pagaba lo que marcara la carrera; normalmente el trayecto vale máximo 15.000”, dice. Se vio obligada a caminar. El siguiente taxista intentó cobrarle 28.000 pesos, y un tercer taxista le dijo sin pelos en la lengua que no la iba a llevar porque era enfermera, y que solo aceptaría hacerlo si pagaba una “tarifa especial”. Resignada, la auxiliar siguió caminando por la vía Girón-Floridablanca hasta que una patrulla de Policía se detuvo a preguntarle por qué caminaba sola. Ella le contó la situación a los policías y ellos la llevaron hasta la puerta de la clínica. Otra enfermera afirma que un taxista la dejó subir a su vehículo con la condición de que “no hablara”.

En Neiva ocurrió lo contrario: una auxiliar del servicio de cardiología salió de su casa sin uniforme para atender pacientes de la uci. Cuando iba en camino, la Policía detuvo su moto, ella les explicó la situación y les mostró el carné del hospital; sin embargo, no la dejaron continuar. Los policías la devolvieron hasta la casa para que se pusiera el uniforme. “Que nos digan qué debemos hacer, si nos ponemos los uniformes o no, porque a veces por tenerlos nos discriminan”, reclama la auxiliar. Según una enfermera, hay dos instituciones de salud en Neiva que no permiten que el personal asistencial de salud se acerque al área administrativa. “Si esto nos ocurre donde trabajamos, qué podemos esperar afuera”, reclama.

Los casos de segregación se hicieron evidentes hace unos días en Cali. El médico residente Cristian Botache fue expulsado de su apartamento por portar uniforme blanco y trabajar en una clínica de la ciudad. La junta del edificio decidió que su presencia era nociva para los vecinos y un foco de contagio de la covid-19. El joven médico, al igual que muchos otros, decidió alquilar otro apartamento durante la crisis para evitar poner en riesgo a sus parientes mayores, con quienes reside. “También quería un sitio cerca de mi lugar de trabajo, porque el tema de transporte ha sido complicado”, dice. A la enfermera Rosaura Caicedo, a diario, el Masivo Integrado de Occidente (MIO) la deja plantada por más de dos horas en el mismo paradero que ha utilizado por varios años. El bus que debería transportarla al sur de Cali ignora su presencia, a pesar de que ella extiende la mano para suplicar que pare. Los conductores siguen de largo. 

El fin de semana pasado, una médica denunció a un patrullero de la Policía que le impuso un comparendo por salir a mercar, violando, según él, el pico y cédula en esa ciudad. La mujer grabó el procedimiento y su alegato se basó en que salía de un largo turno y necesitaba algunos productos de la canasta familiar. El uniformado, de todos modos, la multó. 

No obstante, muchas historias muestran otra cara: la de la admiración y el reconocimiento por la labor de los trabajadores de la salud. Pero son lo esperable y normal de una sociedad. Por eso, son injustas estas demostraciones de intolerancia e ingratitud que circulan por muchos frentes. Hoy los médicos no solo batallan contra el coronavirus, sino contra la discriminación.