No todas las lunas son lunas de miel
La gestión económica nacional alteró sus presuntos pilares después de un inicio con fuerte devaluación del tipo de cambio oficial.
A 180 días desde su inicio allá por diciembre de 2023, el gobierno mantiene su postura sobre el origen interno de los desequilibrios a corregir, aunque postergando (a veces cambiando) varios de los pilares de lo que sigue siendo un esquema de transición que puede dividirse en tres etapas bien diferenciadas.
El arranque
El esquema arrancó por una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial, que le dio aire al gobierno a través de dos canales. Por un lado, redujo la brecha y eliminó parte de los incentivos que contribuyen a demandar reservas. Por el otro, los salarios nominales no aumentaron en la misma proporción que los precios, por lo que la caída en la demanda contribuyó a reducir el PBI, y hacerlo converger bien por debajo del producto máximo que permite el balance de pagos. Compró tiempo.
Al mismo tiempo tanto el Tesoro Nacional como el Banco Central han venido coordinando un manejo de tasas de interés negativa que, dado el cepo, ha forzado a los agentes a mirar hacia adelante. Motosierra, licuadora y bicicleta (tanto a proveedores del Estado como a importadores) le permitieron al BCRA no solo eliminar el financiamiento al Tesoro sino también reducir el peso de los pasivos remunerados respecto al PBI.
De esta forma, con menos demanda efectiva, la brecha cambiaria en mínimos, tipo de cambio real alto (lo que supuso un incentivo para liquidar exportaciones, energéticas primero, del agro después), y que se corrió parte de la demanda de divisas del mercado de cambios, la autoridad monetaria logró comprar reservas de forma acelerada, lo que contribuyó a anclar las expectativas en el corto plazo y evitar que la corrección derive en una dinámica caótica.
Todo tiene un final
Uno de los pilares de la transición fue el fijar un crawling peg entorno del 2% mensual, el que se mantuvo independientemente del nivel inicial y la dinámica posterior de la inflación. Dado el componente exógeno de los bienes y servicios regulados, esto generó una fuerte apreciación cambiaria que ha restado incentivos para liquidar en el corto plazo. Esto, combinado con una serie de bajas en las tasas de interés, fue generando una serie de tensiones que dio lugar finalmente a un salto en los dólares financieros y a un fuerte aumento en la brecha, que ahora se ubica bien por encima del 40%. Y es acá donde el gobierno se fue encerrando en su propio laberinto, aferrado a dos elementos de los que necesita desprenderse, no se ve el cómo y empiezan a pasarles factura: el cepo y la recesión.
Por un lado, esto fue limitando los incentivos originales para la oferta de dólares, mientras la demanda fue recuperando espacio y terminó por sacar nuevamente del mercado al BCRA, en un momento del año en donde el campo debería estar liquidando en forma más acelerada. Al mismo tiempo, el mercado parece haberle puesto un límite muy concreto a la política de tasas bajas, algo de lo que parece ya haber tomado nota el BCRA.
Con las expectativas (cambiarias primero, e inflacionarias después) descansan en última instancia en la evolución de las reservas internacionales, la marcha mismo de una transición que fue sumando tensiones hizo que la actual regla cambiaria empiece a hacer agua, limitando las posibilidades de salir del laberinto sin una nueva corrección cambiaria.
Y si bien es muy probable la menor nominalidad existente vaya mejorando las condiciones crediticias de la economía, el hecho de haber terminado el proceso de ahorro forzoso hará que la recuperación (aunque heterogénea) entre en contradicción directa con el poco espacio externo existente. Tanto renegar con que la única restricción es la presupuestaria para terminar la luna de miel buscando morigerar (vía FMI, Elon Musk o el RIGI) la tan denostada restricción externa. Cosa e mandinga.
Que la luz al final del túnel no sea un tren de frente
Sin una cuenta financiera abierta, el crecimiento del producto estuvo, está y estará siempre limitado por la disponibilidad de divisas netas que generan las exportaciones, descontando la demanda de dólares para el pago de importaciones, fletes, servicios, intereses y cancelaciones de deudas, pública y privada, comercial y financiera.
Y la recesión, aunque necesaria para estirar la transición, tendrá costos crecientes. Según estimaciones que hicimos en CECA el nivel de actividad (EMAE) se contrajo en abril por séptimo mes consecutivo (2,7% respecto de marzo), acumulando una caída anual que supera el 6%. Y a excepción de los sectores asociados al agro (que recupera terreno tras la sequía de 2023) e hidrocarburos, la mayor parte de las ramas se mantienen en terreno negativo, con intensidad creciente según sea la dependencia de cada actividad de la demanda proveniente del mercado interno.
Esto último es clave asimismo para dar cuenta de la dinámica del mercado de trabajo, dado el carácter procíclico que tienen tanto el empleo como los salarios. En lo que hace al primero y acorde a proyecciones propias, en abril se profundizó la caída del empleo registrado, que alcanzó un 2,9% ia. El salario real privado registrado (SIPA) por su parte, solo logró recuperar poco más de 6pp de los más de 11pp que perdió en la megadevaluación de diciembre último.
De esta forma, lo que el esquema brinda en forma de fuerte caída real del gasto (superior al 30% ia. en el acumulado anual) está volviendo en parte en menores ingresos, en el caso de los tributarios del orden de -5,4% ia. real, liderado por ganancias (-37,6%ia., derechos por importaciones (-21,7%) y aportes y contribuciones a la seguridad social (-18,8%), mientras crece la dependencia del impuesto país.
No hay magia. Dada la magnitud, duración y recurrencia de los desequilibrios macroeconómicos en Argentina no hay forma de empalmar hacia un verdadero esquema de estabilización sin recuperar y fortalecer la moneda. A mayor demanda de pesos más sencillo resultará pensar en un nuevo régimen monetario. Cierto es también que la dominancia financiera como el conflicto distributivo serán escollos importantes a la hora de pensar el salto.
Para nosotros la salida sigue siendo con estabilización, pero sobre una agenda que contemple combinar crecimiento económico y cambio estructural. Demanda efectiva, escala, innovación tecnológica y política industrial, elementos por ahora ausentes en el discurso y el programa del gobierno.