Sal en la herida de Vidal
A la gobernadora María Eugenia Vidal se le revuelven las tripas cada vez que observa a su ahora ex ministro de Economía bonaerense, Hernán Lacunza, consumirse en los fuegos del mundo financiero internacional.
Lacunza era definido por la Vidal como uno de sus mejores ministros y sin embargo tuvo que entregarlo casi de prepo por orden de Mauricio Macri, tras la renuncia de Nicolás Dujovne. El presidente no encontraba quién se hiciera cargo de Hacienda en sus últimos cuatro meses de gestión. Y ahí fue Lacunza: a la parrilla.
Sin embargo es en ella, y no en Lacunza, en quien queremos hacer foco en esta columna. Ocurre que en los sucesivos gestos de esta mujer está cifrada de alguna manera la ventura cruelmente incierta de los que hacen política, sobre todo en un país como la Argentina, sin perder prestigio.
La más mentada
En política los resplandores suelen tener destino de fuego de artificio. Algunas veces por razones difíciles de entender. Otras veces por pavoneo o porque los personajes se creen más de lo que son.
¿Cómo entender que María Eugenia Vidal fuera hasta hace algunas semanas la figura política con mejor imagen del país, por sobre la de varios varones, entre ellos el propio presidente Macri, y hoy esté ante un destino casi de destierro?
De ser valorada por muchos como la mejor opción presidencial en caso de que Macri defeccionara de su postulación, la gobernadora pasó por una serie de avatares, uno peor que el otro, y en todos tuvo que dejar jirones, para decirlo con lenguaje evitista.
Obedecé, piba
Quiso separar la elección bonaerense de la presidencial para así tener mejores chances, tal como hicieron muchos otros gobernadores, entre ellos el oficialista Alfredo Cornejo.
Macri, Marcos Peña y Durán Barba se la negaron sin darle nada a cambio. Manu militari. Ella acató.
Esa decisión del mencionado trío de varones notables de negarle la separación de comicios fue la noticia que en el atomizado peronismo bonaerense esperaban para juntarse con el kirchnerismo. Era la única forma de ganarle a la gobernadora que iba a pelear por la reelección.
Cumplido la unidad del peronista , el exministro de economía Axel Kicillof le ganó las PASO a la gobernadora Vidal y todo sugiere que, de no haber un milagro, que en la Argentina suelen no manifestarse, ese escenario se repetirá en octubre.
De exposición
En todos estos años Vidal fue un «cuadro» político leal y exitoso que nunca quiso aprovecharse del prestigio que le marcaban los sondeos.
Pero una cosa es hacer sacrificios y esfuerzos por Macri, a cuyo lado Vidal se potenció políticamente desde abajo, y otra cosa es discrepar feo con personajes como Marcos Peña o Durán Barba y morderse la lengua ante la prensa para no afectar al macrismo.
María Eugenia Vidal y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, han sido un inusual duo político que ha cultivado una lealtad crítica a este gobierno y al proyecto del PRO.
Es difícil que ella vaya a patear el tablero a manera de escándalo y que vaya a encarar públicamente al jefe de Gabinete Marcos Peña. El escándalo no está en su ADN político. En cambio es seguro que habrá mucha discusión puertas adentro y que cada vez tendrá más gestos para demostrar que le minaron la carrera.
Ya ha trascendido que a su ex ministro Lacunza la gobernadora le sugirió que en su nuevo puesto «no se deje llevar por las presiones políticas y haga lo mejor para los argentinos».
Vidal hace actos separados del Presidente Macri, de Marcos Peña no quiere ni escuchar, y su estrategia es salir con apenas dos acompañañtes y de sorpesa. El reloj ya empezó a correr, y el 27 de octubre será el veredicto final.
Los mansos, recordemos, no están exentos del derecho de rebelión